Si lo vieron y no se acuerdan, es como si no lo hubieran visto; es decir “0”.
Esto lamentablemente sucede cuando se le pregunta a alguien por determinada pieza publicitaria, un spot, un panel o un aviso. A veces el mostrar algo gráfico ayuda a la memoria, lo que hace notorio el valor de las imágenes, pero si no ha existido un verdadero impacto, la publicidad se pierde en la nada.
Triste reconocerlo, pero el que la publicidad tenga fama de efímera no quiere decir que no sea recordable en absoluto. La publicidad TIENE que dejar una huella en el cerebro. Es verdad que puede ser más o menos pasajera, pero se requiere del recuerdo, provocado por el impacto, para que la publicidad funcione en el tiempo.
Es curioso, pero muchas imágenes publicitarias traen consigo multitud de otros recuerdos y sucede lo mismo con los jingles, eslóganes y algún titular. La publicidad bien hecha, es una especie de ejercitador de esa memoria que tanto necesitamos, especialmente para mantener el cerebro funcionando. Imágenes, palabras y sonidos que se reciben fácilmente y se implantan en la memoria, son claves en la publicidad. Deberíamos preocuparnos porque nuestro trabajo fuera memorable; que el consumidor recuerde.
Manolo Echegaray.
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