En estos días, prácticamente todo y también la publicidad, se viste de rojo y verde: los colores de la Navidad.
No sé si es algún código o el verde se refiere al muérdago y el rojo a sus frutos. De seguro que es algo que repetimos sin saber bien de dónde viene, pero seguramente es algo importado. Lo que cuenta aquí no es el origen, sino que tradicionalmente esos colores identifican a una época del año en la que los cristianos celebran el día del nacimiento del Mesías, Jesús, el Hijo de Dios.
El rojo y el verde en los semáforos nos indican detenernos o avanzar. Y yo creo que los colores navideños nos piden que nos detengamos un momento a pensar y que sigamos adelante, confiando en que estamos en el camino correcto.
Todos estos preparativos para la Navidad, no tienen como finalidad los regalos que podemos dar o recibir el día 25, sino fijarnos en esos dos colores y detenernos un momento para hacer un balance del año, sacando cuentas de lo bueno o lo malo que hicimos o tal vez de lo que dejamos de hacer. Se acerca el final de un año y deberíamos reflexionar sobre él. El verde nos están diciendo que sigamos y eso es lo que debemos hacer, porque no podemos quedarnos en el pasado, rumiando los ayeres.
Aprovechemos esta Navidad y hagamos regalos sí, pero hagámonos a nosotros mismos uno. Uno tan solo: cambiemos lo que haya que cambiar y seamos mejores en los próximos días.
Tal vez esto no tenga mucho que ver con la publicidad, pero como veo verde y rojo por todas partes, se me ocurrió escribir sobre dos colores tan simples y a la vez tan llenos de significaciones.
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