Es la frase que dice que hay problemas y que sí hay que preocuparse. Que es necesario encontrar una solución antes que el tema crezca y se vuelva inmanejable.
¿Por qué la frase entonces?
Porque a nadie le gusta “dar problemas”. Porque todos pensamos, en nuestro fuero interno que tenemos unos superpoderes capaces de resolver cualquier cosa. Y así nos encontramos frente a desastres que se pudieron prevenir y nuestro trabajo publicitario, que es trabajo de equipo, en el que unos dependemos de otros, sale mal. Sale mal porque “alguien” por “no incomodar”, por vergüenza a reconocer que no puede o por un falso sentimiento de superioridad, dijo que no nos preocupáramos.
Esto viene a cuento, por la importancia que tiene el que unos podamos confiar en los otros. Es como una pirámide humana donde la falla de uno hará caer a todos, malogrando el espectáculo.
En publicidad debemos aprender a confiar y a corresponder a la confianza que se deposita en nosotros. Tenemos que conocer nuestras capacidades y flaquezas y nunca comprometernos a hacer algo que sabemos nos será muy difícil o imposible hacer. Es que si aceptamos hacerlo, los que siguen confiarán en nosotros y esa confianza hará que se olviden (porque nosotros tenemos la antorcha), no nos supervisen (porque no es lo que deben hacer) y las cosas no salgan o se caigan.
Cada vez que escucho que no debo preocuparme, sé que debo ocuparme de hacer algo que puede ser inesperado.
Lo verdaderamente malo de la publicidad es que si “no te preocupas hermanito”, lo que sale mal se nota y trae consecuencias.
Dejar un comentario