Hace mucho tiempo, en México D.F., me llevaron a un café-bar que se llamaba “Los Comerciales”, donde en un ambiente divertido, podías tomar un café, un trago, comer algo, conversar y claro, ver comerciales de publicidad.
Era la primera vez que vi una propuesta así y me pareció original y una buena manera “temática” de pasar agradablemente el tiempo. El sitio era un éxito y estaba lleno, no solo de la fauna publicitaria y de quienes se desarrollaban junto con ella; así vi a modelos, me presentaron a algún productor y mis acompañantes, gente del oficio que trabajaba en McCann Erickson, saludaban a todos.
Luego, mucho tiempo después, en Lima, en Barranco, precisamente en la calle que queda debajo del puente de la calle San Martín y por donde se va hacia la parte baja del “Puente de los Suspiros”, abrió sus puertas el “17.65” un lugar que no vivió mucho, pero trataba de atraer a la grey de la publicidad y público en general, con la fórmula del mundo publicitario. Digo que me parece que no tuvo mucho tiempo de vida, porque creo que en esta Lima, no había entonces el ánimo o las ganas, o Barranco no era el centro de diversión bohemia que fue años después. Recuerdo haber ido más de una vez y no encontrar el entusiasmo que vi en México. “Una pena”, pensé cuando desapareció, pero eso demostraba como en esa época, la publicidad si bien era gregaria, no convocaba masas y tampoco era un espectáculo popular. De pronto, en Lima, se adelantaron a su tiempo y el terreno no era lo suficientemente fértil: la fruta no maduró y se secó; no lo sé, pero creo que así se fue lugar que daba la oportunidad de reunirnos alrededor de algo compartido.
Dejar un comentario