Es común hablar y ensalzar los aciertos de los publicistas, celebrar los premios que ganan (y envidiarlos también) y todo queda para el recuerdo, porque está impreso, grabado, publicado. La parte “dolorosa” del negocio, es que de la misma manera, pero teniendo consecuencias fatales y una recordación muy larga, se encuentran los errores, que también son impresos, grabados y publicados.
Mientras un León de Cannes se celebra paroxísticamente, un error de precio puede acarrear una vergonzosa rectificación pública (a la vista de todos), o la pérdida de la cuenta. Eso, sin contar con el desmadre que el error produce entre compradores y vendedores y los posibles perjuicios económicos.
¡Un precio no tiene tanta importancia!, dirán, pero sucede que el publicista NO debe equivocarse. Claro, no se trata de ser infalible, pero sí. Hay que reducir al mínimo las posibilidades que un error se deslice.
Y que los hay, los hay y muchos; eso nos dice que no hay el suficiente cuidado, que al mejor cazador se le va la perdiz y que cuatro ojos ven siempre mejor que solamente dos. Las revisiones no se han hecho para fastidiar, sino que son como un seguro contra todo.
Yo no puedo, es verdad, tirar una primera piedra, porque me equivoqué y dejé que lo hicieran, generalmente pos confiado. Dicen que la confianza, puede matar.
Manolo Echegaray.
28.1.2015.
Dejar un comentario