La campaña de ladrillos “Lark” ha producido comentarios y muchos. Si la publicidad se midiera por los comentarios, diría que tuvieron éxito. Pero no es así. Los comentarios en este caso son altamente negativos y estoy seguro que el famoso “no importa que hablen mal, pero que hablen” es aquí un despropósito, por llamarlo de alguna manera.
La campaña se basa en el facilismo equivocado de que algo atractivo se transfiere de inmediato al producto, aunque no tenga ninguna vinculación y esta trate de forzarse con frases. El utilizar la imagen de una chica atractiva que no tiene nada que ver con el producto (¡ladrillos!) y frases “sugerentes” (hay que decirlo de algún modo) que tratan de definir “cualidades” que compartirían la chica y el producto, es un recurso fácil y primarioso.
El revuelo se ha armado porque, evidentemente, se cosifica a la mujer, poniéndola al nivel de un adorno atractivo. Se la usa como símbolo sexual (y aquí algunos insistirán que los hombres mirarán las piezas publicitarias) en un alarde machista que no deja bien parados ni a los creadores, ni al público objetivo al que se le considera con un cerebro de tamaño minúsculo, si se cree que preferirá el producto porque ahí hay una mujer atractiva. Ojo que no estoy diciendo que no se VEA, sino que verlo, no significa COMPRAR la marca. No es así la publicidad.
Si fuera así, bastaría con poner mujeres u hombres en poses sugerentes (una para cada sexo), escasos o privados de ropa y un producto cualquiera al lado, para hacer los avisos más efectivos. Es como si redujéramos las matemáticas a sumar, y encima el resultado estuviera mal.
Manolo Echegaray.
19.1.2015
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