Parece que todo fuera rápido, urgentísimo, veloz, sencillo de asimilar y no importa que no tenga sustancia…
Todo se asemeja a esa comida rápida que es vistosa, grande, atractiva, pero que en realidad no nutre, solamente, como dicen los mexicanos, “empanzona”.
Nos hemos olvidado de que todo toma su tiempo y debemos de dárnoslo para no patinar y caer en errores; se ha perdido la costumbre de tomar distancia de las cosas para poder juzgarlas y nuestros pareceres son ahora instantáneos sin darnos un espacio para la reflexión.
Todo esto puede parecer raro viniendo de alguien que trabajó directamente casi 47 años en publicidad, una profesión que se caracteriza por su rapidez; es que como dicen que dijo Napoleón a su ayuda de cámara: “Vísteme despacio porque estoy apurado”. Es que para poder actuar con rapidez hay que estar preparado y haber “hecho su tarea” antes; en una palabra, pensar.
La velocidad no tiene porqué ser insegura y traer malas consecuencias. Uno acelera cuando las tiene todas consigo; cuando las dudas quedaron atrás porque se tomó el tiempo necesario para llegar al punto indicado.
La velocidad no significa improvisación y menos en publicidad. No podemos permitir que se emborrone el camino por efecto de la aceleración, porque lo más probable es que nos salgamos de él y nos desbarranquemos.
Correr sin sentido no soluciona nada, antes bien, lo empeora todo.
Manolo Echegaray.
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