De pronto, un carro del año, superduper, se estaciona y baja una estrella glamorosa que recibe saludos y adioses de los que están más lejos. Una estrella que camina con paso decidido, viste a la última moda y sonríe mientras los flashes destellando, iluminan sus pasos.
Reciben a la estrella con abrazos y venias mientras se ubica en su asiento. Hay barullo que baja cuando bajan las luces y unos reflectores buscan al “más premiado”. Al “genio”, al “no va más”, al “súmmum de los súmmums”: ese, que eres tú.
Tú que recibes la gloria con modestia estudiada y ademán afectado. ¡Eres el vencedor! ¡Eres la comidilla del gremio, la envidia de tus pares, el orgullo de los que te emplearon! Eres el rey del mundo y subes la escalera y recibes el premio que sientes no solo merecido,
sino lógico y justo. Lo has ganado tú y tu carrera se llenará de helio y alcanzarás los cielos. Las modelos te besan, piden citas o plantean una cena romántica. Eres un triunfador, le pese a quien le pese: a tus pies está el mundo y todo este comenta el comercial que hiciste. Comenta y vitorea…
De pronto te despiertas y te das cuenta que soñaste y que estabas dormido sobre el teclado de tu computadora, con la pantalla en blanco y al lado, un borrador a lápiz del maldito guión que tienes que entregar para dentro de un rato.
Todo fue un sueño, sí. Es mejor que trabajes a ver si es que pasan tu idea. ¿La gloria que soñaste-viviste?: ¡que te sirva de estímulo! Por ahora, bájate de la nube, aterriza y escribe como loco para que ese sueño se haga realidad aunque sea en un 1%. ¡Ánimo, quedan dos horas!
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