Ningún sueño es chiquito. Por lo menos, son sueño porque precisamente parecen inalcanzables e inmensos. Además pienso que en el asunto de los sueños (o si queremos las metas) existe una escala ascendente. Siempre se quiere un poco más. De un sueño cumplido se pasa a otro de mayor tamaño, situado más lejos. Vamos tras los sueños con la decisión de alcanzarlos, conseguirlos y seguir adelante por más.
Claro, si nuestro primer sueño es taaaaaan inalcanzable, tan irreal para nuestras posibilidades y resulta inmenso, lo más probable es que se quede en eso. Pero no se trata de conformarse con un sueñecito, como diría Mafalda (la de Quino) de morondanga. Los grandes sueños que por el momento tienen que esperar, los guardaremos para irlos cumpliendo poco a poco, en ese escalar que hace emocionante la conquista.
No se trata de renunciar a ningún sueño, sino de saber el momento en que se dan las condiciones para que podamos hacerlo realidad.
El camino hacia los grandes sueños no es sencillo y llegar a ellos requiere de tiempo, decisión, constancia y valentía. Tiempo, porque un sueño no se alcanza con un chasquear de dedos; decisión porque uno tiene que enfocarse bien y saber que eso es lo que quiere. Se necesita constancia porque se podrá intentar muchas veces, pero los sueños valen la pena el esfuerzo y hay que ser valiente, ya que te mirarán mal, te podrán trampas, tratarán de desanimarte de la carrera que emprendiste y te dirán que subes por gusto a la cumbre, ya que no se ve nada por la neblina.
Si estás dispuesto a soñar y a conseguir metas cada vez mayores, adelante. Eso sí, si te conformas con poco, ni lo intentes. Soñar es algo que está reservado para los audaces y conseguir los sueños, para los muy audaces.
Manolo Echegaray.
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