El título es el mismo que utilicé para un aviso de Philips, por el Día del Campesino, allá por el año 72 o 73, cuando trabajaba en Kunacc Gestiones de Marketing, bajo la dirección creativa del mítico don Jorge “Cumpa” Donayre. Estuve revisando un poco la memoria para darme cuenta que muchos de mis alumnos están a finales de sus cuarenta y otros se acercan o llegaron a la cincuentena. Es impresionante como pasa el tiempo, sobre todo cuando los recuerdo en sus primeros tiempos de Instituto, desconcertados por trabajos raros, que no sabían si tomar en serio o seguir lo que parecía una broma. Entonces, atareados, ponían todo de su parte para cumplir con las tareas más locas y dar a luz campañas memorables. Utilizando todos los recursos a su alcance entonces, cambiaban la realidad, haciendo que la magia se adueñara de la clase. Las horas que dediqué a mis clases de creatividad fueron sin duda las más gratas y “aventureras” de mi vida.
Digo esto, porque aunque sé que no se puede “enseñar” creatividad, si es posible despertar el espíritu creativo; ese que todos llevamos dentro y que muchas veces está adormecido por las costumbres y el ruido externo. Despertar esa creatividad existente en esos muchachos y chicas (que lo siguen siendo para mí hasta hoy) fue siempre como asistir a una especie de amanecer glorioso (perdónenme la huachafería) donde los colores iban pintando el cielo y la luz crecía poco a poco hasta
inundarlo todo.
Estoy seguro que para mí resultaba mucho más estimulante y así se los digo ahora y agradezco todo lo que me enseñaron, yendo y participando en las clases. Recibí mucho más de lo que pude dar y eso, por una simple cuestión matemática: siempre fueron muchísimos alumnos, frente a un solo profesor. Más que profesor, una especie de guía, de conductor, de facilitador.
Hoy que veo las edades “respetables” de quienes fueron mis alumnos, y sé de sus éxitos y me entero de sus logros y avances imparables, pienso que la aventura fue hermosa y que tengo la suerte de que continúe, porque de lo que ellos consiguen, me siento partícipe yo. Digamos que me hacen vivir creativamente.
¡No saben cómo se los agradezco cada día!
Manolo Echegaray.
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