No solo en la figura lo deseable es ser delgado. También lo es en los textos de publicidad. La publicidad es el arte de decir mucho, con poco. Así como uno luce mejor con unos kilos menos.
Muchas veces se piensa que la publicidad es pura palabrería, que hay un montón de adornitos superfluos: demasiada decoración para muy poco contenido. Esto no es así, porque la publicidad es síntesis. El espacio no es inmenso, el tiempo no es infinito y la atención es poca. La publicidad tiene que lograr su objetivo de llamar la atención, atraer, informar y convencer, con muy poco, en poco tiempo y mínimo espacio. Un texto “delgado” tiene más oportunidades de ser visto, porque no requiere demasiado esfuerzo lector y porque en la tarea de adelgazarlo se ha ido prescindiendo de lo superfluo, dejando solo la “carnecita” que atrae y es más nutritiva.
Reducir no es sencillo y cualquiera que haya pasado por una dieta para bajar de peso puede atestiguarlo. Es cierto que es necesaria cierta cantidad de grasa, pero lo que “mueve” es la fibra, el músculo. Sin embargo, algo que es puro músculo resulta fibroso, no muy grato ni a la vista, ni al paladar, si de comida hablamos. Por eso, en la creatividad publicitaria es importante lograr un buen balance, para que lo que se, atraiga y convenza, sí, pero no se canse ni hostigue.
La frase: “pequeño es hermoso” debe ser muy tenida en cuenta.
Un comercial de tv o radio no suele durar más de treinta segundos y un aviso de diarios o revistas por lo general no pasa de una página. Ni qué decir de un panel, que en un par de líneas debe decirlo todo.
Acostumbrémonos a sintetizar, entregando el máximo con lo mínimo. Aprendamos, por ejemplo, que escribir para publicidad significa ponerse unos anteojos reduccionistas.
Practiquemos el arte de elegir lo mejor: la fruta no por muy grande es más sabrosa. Nuestra publicidad TIENE que tener sabor: el sabor del éxito.
Dejar un comentario