Muchas veces gritamos y creemos que de esa manera nos van a entender “mejor”. Los gritos no hacen sino confundir, a no ser que sean de aviso. Cuando se “habla gritando”, nada asegura que la audiencia comprenda bien y esto es fatal para la comunicación.
En publicidad, especialmente en la televisiva, los “gritos” pueden ser de diversa índole; dese la utilización de técnicas de llamado de atención vacías de todo contenido, pasando por música estridente o porque en verdad se grita, en vez de hablar. A veces los “gritos” pueden ser esa aceleración de las palabras, porque se trata de meter todo lo que quepa, en poco tiempo; mi ejemplo favorito para esto, es tratar de meter un marshmallow por la ranura de una alcancía.
Solemos ver comerciales vacíos. Lo he dicho muchas veces, pero me doy cuenta que siguen apareciendo nuevos, como es normal en una publicidad dinámica, pero el asunto, con honrosas excepciones, no cambia. A veces me siento (y debo parecer) un bobo que repite la misma historia, pero sucede que… ¡es la misma!
Creo que no se entiende que la estridencia no supone mejoría. Que el incremento de la pauta (a veces veo hasta cuatro comerciales repetidos en una sola tanda) no produce ningún efecto positivo si no hay una buena idea, sino en cambio hartazgo y animadversión. No es gritando como nos vamos a hacer entender; lo que necesita la publicidad son ideas persuasivas, pero a veces parece que escasearan como sol en invierno.
Lo llamativo se quedará en eso si es que no le ponemos algo que valga la pena detrás.
Manolo Echegaray.
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