¿Cuántas veces, delante de un papel en blanco, nos hemos dicho lo mismo, ante la urgencia de un trabajo?
La, a veces momentánea, “sequía” que ataca al creativo, puede variar en extensión de tiempo y no suele ceder por más que se trate y quiera.
Cada uno tiene su método para salvar este bache, pero me parece que la insistencia no ayuda. El cerebro necesita distracción, orientar su pensamiento hacia otro tema, pensamos empíricamente, pero es cierto: las “maniobras distractoras” dan resultado. Una pausa más o menos larga antes de volver al trabajo surte, por lo general, efecto. Se puede ver otra cosa, leer algo, conversar o simplemente dejar vagar la imaginación. Cada creativo tiene su forma de encarar este “problema” y tomará aquel que le funcione, pero lo que es más importante es no asustarse, porque esto ayuda al bloqueo.
Claro, si no se cuenta con referencias, si internamente no se tiene nada a qué recurrir, estamos en problemas. Estamos ante un verdadero problema de falta de insumos y nadie puede comunicar sobre algo que desconoce totalmente.
Es muy importante contar con este bagaje interno, del cual podemos echar mano en caso de necesidad y buscar en él hasta encontrar lo útil. Esto se va construyendo con el tiempo y no es cosa de magia. La acumulación de lo escuchado, lo visto, lo leído, el cine, los libros y revistas, el arte y todo aquello que ha ido alimentando nuestro espíritu se va sedimentando y forma esa reserva que nos permitirá “sacar conejos del sombrero” con aparente facilidad. Repito que eso no sucede de un momento a otro, o sea que lo mejor es preocuparse por el acopio. Cuando menos nos demos cuenta estaremos en condiciones de ser magos. Eso sí, se necesita tiempo, porque recordemos que el mundo no se creó en un día.
Manolo Echegaray.
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