Aunque se diga que “errare humanum est”, a veces veo errores en la publicidad, especialmente en los comerciales de TV (donde por su repetición la cosa se hace más notoria), que me hacen pensar que quienes están detrás de esos trabajos o no saben lo que están haciendo o no sé qué.
Errores que son como si un adulto escribiera mal y tuviese mala ortografía.
Errores que deberían ser impensables en un profesional y que sin embargo se dan y muy alegremente, descubriendo un desconocimiento de las posibilidades y alcances de la publicidad y señalando que allí hay lecciones mal aprendidas o aprendidas a medias. Digo esto, porque haber sido profesor de creatividad publicitaria por 30 años, me da una posición de espectador privilegiado y crítico. Ahora que estoy fuera del tráfago diario de la publicidad y con todo lo visto a lo largo de estos años y lo aprendido (porque en publicidad nunca se termina de aprender) me doy mucha más cuenta y detecto los errores que aprendí y después enseñé a evitar.
Recuerdo que a los alumnos les decía siempre: “Más allá hay un hueco y yo ya me caí. Pude salir, pero les aviso para que lo eviten. Si se caen, es cosa suya; yo ya les avisé. Y si caen, sepan que tendrán que salir solos y eso cuesta”.
Guerra avisada no mata gente, dicen. Pero hay que hacer caso de los avisos y no pensar que nos lo dicen por envidia o Dios sabrá qué.
La publicidad revela y publica. Dicen que los médicos entierran a sus errores; los abogados se deshacen de ellos metiéndolos presos y los publicistas… ¡los publican!
Manolo Echegaray.
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