¿De qué sirve esa publicidad que hemos creado trabajosamente o por “inspiración divina” en un rapto genial si no la entiende nadie?
Puede que nos sintamos incomprendidos y miremos al mundo con desprecio, argumentando “que nadie es profeta en su tierra” y que “no hay que dar margaritas a los chanchos”…
Lo malo es que estamos en una profesión de comunicaciones y la comunicación para ser efectiva, debe ser comprendida. Si no es así, se cae por la base nuestra hermosa idea y puede servir como florero o adornar la mesa los domingos, pero como publicidad…
Es de capital importancia que el público al que nos dirigimos nos entienda, capte el mensaje y atraído, responda de modo positivo. Nuestra misión es comunicar, atrayendo y convenciendo: nunca me cansaré de repetirlo sobre todo las veces en que un comercial abstruso o una campaña que no tiene pies ni cabeza aparece en escena y supongo que alguien la tildó de genial porque no la entendía y la aprobó, sin pensar que la genialidad inentendible le costaría plata, mucha plata…
Tengo miedo cuando no entiendo algo, pues pienso que me estoy volviendo bruto, pero al rato me doy cuenta que no soy el único ejemplar desconcertado y respiro aliviado, pero con pena al constatar que todavía pasa gato por liebre y por inteligente un clavo.
Si no entienden, no sirve y a buscar otra cosa. El asunto es hacerlo a tiempo; recordemos que corregir siempre cuesta… y a veces la cabeza.
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