Una pieza publicitaria puede gustar y estéticamente ser impecable, pero eso no supone automáticamente que cumpla con el requisito principal: comunicar bien.
Es verdad que la publicidad debe mantener un adecuado balance entre lo estético y lo que funcione. No es que todo lo que lo haga debe ser feo.
Muchas veces se privilegia “lo bonito”, porque “se ve bien” y lo que no lo es tanto, pero comunica eficientemente (o complementa el lado estético), se evita, dejando evidentemente “coja” la pieza y quitándole utilidad.
Esta tendencia la podemos apreciar en esos comerciales que pueden ser muy bellos, pero que no dejan ni recuerdo de características o de marca. Esto es muy peligroso, porque debemos entender que “por gustar” o “jugar para la platea” con el “jogo bonito”, se olvida la misión principal.
No sirve para nada, publicitariamente hablando, lo que únicamente produce una emoción estética.
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