En publicidad hay que saber hacerlo y practicarlo, porque de otra manera nos vamos a encontrar con sorpresas desagradables que nosotros mismos creamos.
Es decir que el trabajo que realizamos tiene una fecha final o de publicación, que es nuestro “momento de la verdad”. Para llegar a él, tenemos que haber dado innumerables pasos y cada uno toma tiempo. Si no lo tenemos en cuenta, lo que hagamos será a la apurada y por salir del paso. Las “emergencias” provocadas por la falta de planificación deben ser eliminadas como tales. No es posible que nuestra imprevisión y desidia tengan un resultado que ponga en peligro el trabajo de otros…
Generalmente lo que nos encargan tiene una fecha límite y desde ella, debemos calcular el tiempo que tomará el llegar. Llegar con la holgura de poder revisar y si es necesario corregir. Las carreras son buenas como deporte y pésimas en la profesión de publicitario.
Aunque se diga que en publicidad “todo es para ayer”, hay que saber que hay muchos “anteayeres” previos y planificar en consecuencia, usándolos.
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