Para escribir publicidad tienes que ponerte a dieta.
A dieta de palabras, porque cuanto menos uses, mejor se verá y se entenderá mejor. Lo malo es que a veces tenemos sobreabundancia de palabras y no sabemos cómo terminar.
Cada palabra TIENE que ser efectiva y cuando hay una catarata de estas lo que sucede es que hay tantas que el espectador se marea. Tu público objetivo no entiende y no es que vea avisos publicitarios para hurgar entre la hojarasca y rescatar ideas. Aprende desde el principio a ser ahorrativo, a usar justo lo necesario. Nuestro idioma es muy rico, pero suele sobrar por todas partes. Escoge. Acostúmbrate a ello y siempre piensa en los viejos telegramas, en los que cada palabra te costaba o mucho más modernamente: piensa como si tuvieras que escribir en Twitter y reducir al mínimo la comunicación, sin perder la potencia. Elimina los sobrantes, los “qué”, “cuándo”, “cómo” y “por qué” que sean innecesarios. Trata de ir directamente al asunto. Evita circunloquios, evita irte por las ramas. Sé conciso, breve. Quien te lee o escucha te está haciendo un favor y a cambio tú debes ser sencillo, nada enredado. Mientras menos palabras uses, si estas son acertadas, mejor será tu comunicación publicitaria.
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