Es el título de una película del gran Fellini, que en dialecto romañolo significa “ME ACUERDO”.
Bueno, pues yo también me acuerdo que en menos de quince días se cumplirá la fecha de cuando empecé a trabajar en publicidad, allá por 1969.
Sí pues, fue en diciembre de ese año en que comencé como redactor junior (yo diría que súper junior) en esta gran aventura que es la vida publicitaria.
Todo era distinto entonces: no existían el fax, Internet, los correos electrónicos, los teléfonos celulares y las computadoras eran grandes aparatos ignotos que se usaban poquísimo (no por nosotros, lógicamente) y veíamos en las revistas. Comparado con hoy, todo parecía (o era) más pequeño. Uno escribía en máquina de escribir, pintaba con pinceles, témpera, acuarela o plumones. Era una época de empezar a aprender, de descubrimientos. La TV era en blanco y negro y no había “esto es Guerra” ni “Magaly”; las series eran distintas y no existían las telenovelas.
La publicidad me parecía entonces (y aún más ahora) magia pura y me sentía un verdadero alquimista, que podía convertir las palabras en avisos que encandilaban a la gente y la impulsaban a escoger entre un producto u otro.
Ahora, tantos años después, la magia se acrecienta y estoy viendo cosas que nunca soñé ver, pero, secretamente, supe que llegarían, porque nunca dudé que lo que yo aprendía era inmenso. Me acuerdo del comienzo de esta aventura y de cada momento que viví. Me gusta recordar y sé que hay mucho por delante.
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