Eso es algo que todo el que trabaja en ella debería decir.
Es una profesión que tiene tal nivel de exigencia y de presión constante, que la única, verdadera razón de ejercerla es por el placer que da hacerlo.
Si se trata del dinero solamente, hay otras actividades que producen más, rápidamente y sin mucho esfuerzo. Pero en ser publicitario hay algo más que es íntimo y que muchas veces llega a desafiar la lógica. El publicitario expone su trabajo a la vista de todos y es juzgado por ellos; por unos debido a su efectividad y por otros porque simplemente gusta o no lo que hizo. Pero finalmente se somete a un escrutinio que no es muy común en profesión alguna.
Es que la sensación de permanente competencia y la del éxito tantas veces renovado es un fuerte aliciente. Si se mira bien, lo he dicho muchas veces, la publicidad es una forma incruenta de poder, porque el publicista, gracias a su trabajo, logra que su grupo objetivo siga sus instrucciones sin explicitarlas siquiera. Basta un titular o una imagen para que ello suceda y logre lo deseado. No se trata de magia, sino de conocimiento profundo del ser humano, su pensamiento, modo de ser y actuar en sus diferentes aspectos. No es necesario coaccionar a nadie y el verdadero éxito reside en lograr lo propuesto casi sin que la persona se dé cuenta.
Profesionales de la comunicación que se divierten comunicando y convenciendo; eso es lo que son los publicitarios, porque si no es divertido lo que hacen, no sabría decir por qué lo hacen.
Manolo Echegaray.
Dejar un comentario