Si no estás seguro de lo que vas a decir es mejor que no lo hagas. Lo correcto es callar, investigar, corroborar y después hablar (o escribir).
Muchas veces en el fragor del trabajo se dan por sentadas muchas cosas que luego resultan no ser ciertas en absoluto o no tan ciertas. Ni la presión, ni la velocidad, ni el “calor” propios de una labor creativa pueden justificar una pérdida tal de control que se descuide comprobar la verdad.
Muchas veces el amparo que se busca es un “me dijeron” o un “todo el mundo opina lo mismo”, frases que son en realidad deleznables y no evidencian sino descuido y superficialidad.
Los periodistas le llaman “verificar las fuentes” y es lo mismo que debemos hacer. No hay nada peor que quedarnos con una duda y teniéndola, avanzar hasta afirmaciones que pueden no sostenerse.
Digo esto porque muchas veces se nos presentan para publicitar productos de características “mágicas” que se toman por ciertas y en realidad no resisten un análisis frío y desapasionado. Tenemos la enorme responsabilidad de lograr que el público objetivo se informe a través de nuestro trabajo y que bien motivado, actúe en consecuencia. Repito que la publicidad no es “hacer avisos”; insisto en que comunicamos y motivamos. Para hacerlo bien tenemos, primero, que tener muy claro todo.
Manolo Echegaray.
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