Llegar a la centuria es notable.
Que una forma determinada se conserve por tantos años, es más notable aún.
Que un envase, el de la conocida Coca Cola, cumpla cien años de llevar a los consumidores la popular bebida en todo el mundo, es algo que hay que destacar.
No es hacer loas a la marca, pero sí hay que reconocer una consistente persistencia en una apariencia que la identificó y ha facilitado su identificación desde hace un siglo.
Creo que es verdad que la botella de Coca Cola es un símbolo que está presente en la vida de generaciones; que forma parte de esa iconografía reconocible que traspasa fronteras.
Algo tan simple como una botella, gracias a su forma, se convierte en un elemento que resulta estar cargado no solo de líquido gaseoso, sino de significados.
Recuerdo haber pedido una Coca Cola en un chifa (aunque no sea lo más usual) hace como veinte años y al verla me di cuenta que era una antigua botella de vidrio, con un ligero tono verdoso. Estaba desgastada por el tiempo y las sucesivas lavadas, pero conservaba en relieve las letras tradicionales de Coca-Cola. Busqué en la parte final del envase y ahí estaba la fecha: 1947, ¡el año en el que nací!
Pregunté al mozo si podía llevármela y todavía la conservo.
Puede parecer intrascendente la anécdota, pero a un “cocacolero” como yo, es algo que le gusta relatar.
¡Cien muy bien llevados años, Coca Cola! Todo un éxito.
Manolo Echegaray.
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